Nunca te escribí.
No lo consideraba necesario.
Nunca rondaste por mi cabeza, ¿entiendes?
Tuvo que venir un huracán, un incendio y dos terremotos para coger la cuerda que salía disparada.
Tuviste que venir tú,
que a todo temías,
para salvarme del abismo.
Estando sobria te me haces cuesta arriba,
te me enredas en los nudos y me entran ganas de saltar.
De saltarlo.
Cuánto pesa lo que duele.
Y yo no puedo levantarme.
Me vibran las manos,
me hacen cosquillas las alturas y siento que desde hace mucho te estaba perdiendo.
Me suelto los amarres.
Le hablo a todos de tí.
Pero de una forma diferente.
Nunca te escribí porque nunca me hiciste llorar.
Nunca te escribí.
Y lo hago ahora.
Temiendo que te entierres en mi mente.
Lo hago tarde pero sabiendo que es el momento justo.
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