He vendido lo único que me entristecía y con lo que gané, construí un puente para que se fuera.
Ahora cómo le explico que vuelo y que le tengo miedo a las alturas,
si se supone que el cielo me hace plena,
que me llena los pulmones de aire.
Le veo desde el otro lado y cierro tanto los ojos que rozo su relieve en la oscuridad.
Sus lados brillan y en esa silueta, a la que aun le sobran huecos,
resbala lo que me sobró al dárselo todo.
Me miro desde lejos, me desconozco desde aquí.
Me pienso que es él, ese resto.
Cuando, en cambio, son mis cosas las que reposan en el acantilado.
Yo pensaba que era él,
pero me hizo tan a su imagen que imaginé su rostro en el mío.
Me confundo.
¿A quién eché de mi?
Si lo cierto es que me faltan partes,
si lo cierto es que si me esfuerzo me veo al otro lado.
¿A quién le digo que tengo miedo a las alturas?
Si lo cierto es que la que me espera en la tierra soy yo.
Me confundo.
Pues desde la distancia descubro que me disocio y no diferencio mis mitades.
Me recompongo.
Derribo el puente,
descubro que el relieve que brilla es el mío,
que los huecos que le sobran son los que yo me tapo con las manos.
Descubro que lo que desconocía me hace la cama, me arropa, me quiere.
Yo.
1 comentario:
¡Precioso!
Un texto en que la escritora recupera su intensidad, donde brilla su gran personalidad.
Felicidades.
Publicar un comentario