Me sentía perdida en aquel bosque,
pues las copas de los árboles me impedían ver las estrellas.
Era ilógico seguir dando vueltas marcando las cortezas,
ya que, al rato, me volvía a encontrar la misma marca de tiza.
"Párate", me dijo.
Yo solo quería seguir andando, quería salir de allí,
pero mis propias manos tanteaban en círculos sin yo quererlo.
"Párate", repitió.
"No me quiero dejar guiar", le dije sin mirarle a los ojos.
Sentía la brisa del mar erizándome la piel,
sentía la sal pegajosa en las mejillas.
Todo aquello me resultaba tan familiar que seguí andando.
"Te caerás y me arrastrarás", escuché a mi espalda.
Pero, ¿no era aquello precisamente lo que yo más ansiaba?
El precipicio, las olas chocando contra las rocas,
las gotas ascendiendo por mis piernas,
el frio infiltrándose por mis dedos.
Caer, sí.
Pero no de la forma en la que una se espera hacerlo.
"Si me sigues, caerás conmigo" respondí.
Y nadie contestó.
1 comentario:
Impresionante!!!
Se oyen las olas rompiendo en las rocas, que maravilla.
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