Tienes la luna en la mirada
y tus ojos se me clavan en las comisuras,
como las espinas de las rosas blancas.
Tienes las estrellas en la espalda
y vuelo entre ellas,
oliendo el perfume que asciende por entre tus dedos.
Llevas a cuestas las sonrisas que dejas detrás de ti.
Esos cuellos que se tuercen a pasar,
que no notas porque miras tu reflejo en los escaparates de las calles estrechas
para no olvidar por dónde caminas.
Aquella noche era de día y las sombras te rozaban los talones,
permití que me pisara la incertidumbre y ahora no sé a qué hora te fuiste.
Pero recuerdo que me quedé esperándote con los planetas justo encima de mi coronilla.
Pero recuerdo que me quedé esperándote con los planetas justo encima de mi coronilla.
Vaciaste mis alforjas llenas de tierra,
de arena del desierto.
Me descalzaste y te lo agradezco.
Volví al espacio una vez más,
sin recordar que hace años descendí hasta la tierra,
paseando por la mundanidad con las manos en alto.
Esperando que la bala impactase.
1 comentario:
Impresionante.
¿Jesús, un paso de Semana Santa?
Publicar un comentario