Me veo a contraluz como sombras chinas, moviendo los dedos sin crear nada especial.
Despedirme en los trenes para volver a mi lugar,
sin fijarme en los reflejos de los cristales tintados,
viéndome llorar y sonreír al mismo tiempo.
Nunca me pareció un gasto de tiempo el saludarte desde dentro,
se me hacía menos pesado que decirte adiós con los ojos.
Entreveo los olivos de tierra roja y me sumerjo en su mar carente de olas,
de mareas y caracolas.
Solo para saborear el húmedo de la lluvia contra la ventana,
para mojarme de algo mas que de tristeza.
Que volveré a verte,
estás a mi lado pero en otro patio.
Y ahora te molesta que fume,
sin saber que al aspirar me llevo todos los miedos y los entierro entre el alquitrán.
Déjame que mate los demonios de mi mente matándome a mi un poco
para resucitar al tumbarme en tu cama.
Clávame los ojos en la boca,
sigue sangrándome y cúrame las caricias anteriores.
Clávame las canciones en el alma y conviértete en mis alas.
Sigue estando aquí por más que me aleje,
porque sabes que lo hago cuando me pierdo.
Sigue apareciendo en mi sombra y salvándome de las despedidas,
móntate conmigo aquí y escríbeme un cuento.
De esos que no acaban,
de esos que te encantan.
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