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27 de marzo de 2014

No da para más.


Fue a la esquina a llorarle a la soledad y se olvidó de los recuerdos. Los dejó encima de la mesa y no volvió a tocarlos. Luego se dio cuenta de que perdió el corazón que llevaba, solo de collar, y dio media vuelta. Ahí estaban, inertes, sus memorias, mirándola con ojos de cordero degollado. La absorbían hasta tal punto que decidió comerse los folios uno a uno. Se cortó con uno de ellos y aunque el dolor fue mínimo se echó a llorar. Porque ya no sabía que hacer con tantos trozos de papel dentro de su cuerpo. Había creado tal incontinencia que le era imposible borrar algunas partes de su historia que, con solo rozarla, la derrumbaban por completo. Como cuando ella soplaba sobre un castillo de naipes, solía hacerlo como metáfora a sus problemas. Pero acabó por ser arrastrada por la corriente de su propio huracán. 
Como decía el libro; de tanto llorar ha creado un mar tan salado que cuando empequeñeció no hubo manera de acercarla a la orilla.
La cuestión es que, ahora, ya se ha quedado para siempre en esa esquina, con tantos recuerdos en el cuerpo que, ya os lo dije antes...
Suele llevar el corazón de collar.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Conmovedor,
Arranca nudos en garganta.
Felicidades.

Eva Padilla. dijo...

muchas gracias(: