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16 de noviembre de 2014

Gods and monsters.


Los días intentan arremolinarse encima de mi almohada. Hay veces que el viento es tan intenso que rompe las ventanas sin cristal que separan todo lo mínimamente separable. Por mucho que lo intente o lo intente otro, ese hueco sigue vacío y, tal vez, solo pueda llenarlo yo misma con nadie en especial. En medio de esta gran inmensidad a la que suelo llamar habitación estáis tú y ese incesable tono de súplica que hace de eco de antiguas plegarias nocturnas. Antiguas plegarias que hacia asomada a la ventana, con la puerta cerrada y envuelta en un antibalas de edredón. 
Ayer me di un paseo por mi antigua vida, recordando esquinas, bares, miradores y bailes que solía arrastrar por mis pies, cuando todo solía ser perfecto. Recordé, también, lo bonito que era estar sola entre tantas calles estrechas llenas de personas desconocidas, y lo triste que es ahora esa misma soledad.
Para qué seguir pasando penurias, si no tengo nadie a quien dirigirme cuando escribo. Por lo que me he jurado no volver a pensar con la boca abierta y comenzar a cantar con los ojos cerrados y el alma agarrada por los tobillos. Mientras tú y todo lo que volvería a hacer, cien veces más, os vais y os alejáis de mi.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Te quiero y te odio, odio acordarme de ti cada mañana, odio echarte de menos y odio el deseo de tenerte cerca. Odio tener que luchar contra ti aunque no seas consciente, maldita seas y maldito sea yo, por egoista e incosciente. Que bien saben los errores pasados cuando han sido contigo. En fin: te quiero, lejos o cerca. Como mas convenga, pero te quiero. Disculpame pardilla

Anónimo dijo...

Sin palabras, es un texto impresionante, como salido del alma. Enhorabuena.