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13 de agosto de 2015


Si me otorgas la oportunidad de ser sincera,
te diría que me gustan las tardes en las que no hago nada.
En las que me tiro en el sofá y leo por tercera vez el mismo libro de siempre.

Aunque todo el mundo sabe que no vinimos a decirnos verdades.

Si tengo que mentir sobre una cosa que sea por algo que merezca la pena.
Aunque todo el mundo sabe que nada merece la pena hoy en día.
Ni siquiera el amor o la felicidad.

No es que no tengas nada,
la cuestión es que tienes demasiado de nada.
Y es de esa nada de la que quiero escapar.
Nunca quise un muñeco teledirigido.
Yo era más autómata, más por mi misma.

Si sigo mintiendo, diré que me gusta estar sola.
Y aunque sepas en estos momentos dónde no he dicho la verdad,
no lo proclames a los cuatro vientos,
no lo digas en voz alta.
Dime las mentiras al oído,
para que nadie se de cuenta de que me las creo.

No es que no quede nada,
la cuestión es que queda demasiado de nada.
Y es de esa nada de la que quiero escapar.
Sigo esperando a que me digan cuánta mentira hay en mi verdad.
Porque ya no sé lo que digo cuando callo.

Lo admito, he otorgado mi silencio a muchas personas.
Silencio de sentimientos,
silencio de todo menos de palabras.

Y no es que esté fuera de lugar decirlo.
Es que me sigo mintiendo hasta a mi misma.

Aunque todo el mundo sabe que para mentirosa ya está la vida.

Y todo el mundo sabe que dos mentiras hacen una verdad.
Y que dos verdades,
nunca podrán existir.


1 comentario:

Anónimo dijo...

… silencio de todo menos de palabras.

Verdad
las palabras nunca son silencios
las plasmadas, menos

las de Universos Infinitos
son cambiantes
transformadoras
sonantes

de suaves notas
musicales
vivas
como rojos
verdes
y azules

Verdades
Mentiras

ni blanco
ni negro

existenciales
sentimentales

de transparentes
cristales


Este, tu último texto, impresionantemente bello en todo su
contexto, superación tras superación, genial.