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21 de octubre de 2015

Night cord.

Estaba tan guapa aquella noche envuelta ente luces que dolía.
No sabéis cuánto dolía verla bailar en el centro de la diana aquella madrugada.

Volaba entre sábanas y no se estaba quieta.
Volaba entre sueños donde yo quería aparecer.

Reía sin darse cuenta mientras agarraba la tela que la protegía de las pesadillas,
que la perseguían solo a veces.

No sabéis cuánto dolía verla con el pelo enmarañado 
y lleno de cabos sueltos del día anterior.

Lloraba poco a poco y saltaba precipicios desde la cama.
Tenía los agujeros de las orejas vacíos 
y eso la hacía más vulnerable e inocente que de costumbre.

La estuve mirando durante horas desde la esquina del colchón,
donde sus pies no llegaban.
Que era la esquina que nunca tocaba,
por miedo a caerse por el borde.

No había ruido ni viento que agitara los farolillos que colgaban de la pared de gotelé,
 amarillenta de todo el humo que le sobraba al llorar
 todas esas veces que decidía dejar de hacerse la fuerte.
Solo se escuchaba su respiración y los coches pasando allí fuera en la calle.
Solo se veía el reflejo de la luz que se olvidó de apagar adrede,
para no perderse entre tanta oscuridad del día.

La vi tan frágil, encogida y abrazándose a si misma que me dio pena.
Me dio pena que fuera tan guapa y tan experta en sufrir.

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