Siempre he querido
escribir poesía.
Creo que eso es algo
que no llevo dentro igual que él en las entrañas.
Hay que nacer con
ello y yo carezco de todo indicio de rima.
Yo prefiero sangrarme
entera sin pensar en las estrofas.
No me paro a contar
las sílabas sino mi vida.
Mi cabeza.
Parece más sencillo,
pero hay que tener agallas parar mentirte tanto a ti mismo
y dejar caer tu sudor
sobre las páginas.
Así como las pinturas
abstractas.
Al fin y al cabo,
todo se resume en mentirle a tus manos.
Enrevesar tus dedos y
escribir lo que tu alma quiere decir pero no le dejas.
Siempre sale a flote.
No nos deja mentir.
Está ahí,
en la punta de la
lengua,
en la comisura de los
labios.
Y si no besas, todo
sale disparado al final.
Si no besas, todas
las letras se mezclan,
algunas explotan,
otras se disuelven.
Para formar nuevas
maneras de aparecer en el paladar.
La cuestión es que
por mucho que me concentre en rimar,
todos mis demonios
salen en fila india.
Directos a tus ojos.
Luego mueren allí,
nadie los mata...
Mueren de hambre.
De soledad.
Así es como se siente
la prosa.
Solitaria.
Endemoniada.
Porque todo lo que no
me atrevo a admitir queda aquí marcado...
Como fuego en la
espalda,
que sangra y nunca se
cura.
Siempre he querido
escribir poesía.
Pero nunca he sido
capaz de ponerle música a mis letras.
Todas las notas que
me imagino,
chocan contra el
cristal creyéndose libres.
Hubo un tiempo en el
que dejé de desearlo,
pues ya escribían
para mí.
Pero hay que nacer
con ello y tú careces de todo indicio de rima.
Ya me cuento las
sílabas yo sola.
1 comentario:
Fantástico, sin palabras, mudo, sin ceguera, ojos que flaquean bañando el mar. Impresionante Pequeña Gran Eva!!!
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