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11 de noviembre de 2020

Eres el rumor sordo de los ríos al rozar las piedras que se encierran en mis costillas. Deberías ser herida sangrante pero solo queda en mi el susurro de tu voz sobre los altavoces de una discoteca. Así es con todo, como con nosotros mismos, nos tapamos los oídos creyendo que así el sonido no llega al cerebro, pero se clava por entre las rendijas de los huesos.
El futuro me parece tan lejano que asusta, yo lo que quiero es sentarme aquí y esperar. Porque, una vez más, nada me parece suficiente, nada tiene los colores de los que me hablas. Es como si el agua hubiese emborronado todo, llevándose a su paso todo lo que nos importa.

Esta es la última vez que pienso en ti con rabia, no me lo merezco. Ni el odio ni el amor.

Y en cambio sigo escribiendo, una y otra vez, las mismas palabras sobre un mismo fin. Que duro, ser tanto en tan poco tiempo. Que duro, ser poco en tan poco tiempo.
Deberías ser rumor sordo, pero te adhieres a mis sienes con clavos de hierro. Deberías ser lástima en mis ojos, pero me caigo si lloro un poco más. Deberías ser el camino de ida, pero me convenzo de que aun eres el de vuelta y me siento en mitad esperando que me arrolle el carro de caballos de los cuentos de hadas.
Ojalá me saquen de la torre y me bajen la luna que me merezco. Ojalá dar la vuelta al mundo como creo que me merezco. Ojalá compartir casa con la persona que me merezco. Ojalá hacer todas esas cosas que me merezco con alguien que me merezca.
Ojalá este hueco entre el tiempo sea solo eso, hueco, y que el borde se acerque a mi dentro de poco. Ojalá al otro lado me espere la persona que está en mi cabeza y que no dejo que se vaya. Ojalá que me de la mano y me diga que nos vamos.

Aun estoy aquí, nunca me fui.
Y tú estás arriba, siguiendo las estrellas.

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