De ti aprendí que el café con hielo me reconforta hasta en invierno.
Que el tabaco que ahora fumo y me quema los pulmones, me llena más si te invito a uno.
Que cuando el sol brilla en ciertos ojos,
pasan del color de las hojas que caen,
al verde del césped de los montes.
Hace unos años te escribí al sentir que tus brazos no me llenaban.
Que los miedos que intentabas borrarme,
se adhirieron a mi con púas de hierro.
Te escribí porque sobre tu pecho me sentía lejos de la felicidad.
Te escribí porque, aunque aprendí de ti lo que ahora es parte de mí,
no me sentía en tu lugar.
No me confundo,
por ti hice kilómetros y no en vano.
Por ti me monté en autobuses deseando llegar a tu colchón.
Aunque bajo el frio estuve para ti cuando me necesitabas,
me di cuenta de que yo a ti no.
Yo a ti no te pedí nada porque no me salía necesitarlo.
Necesitarte.
Pasó el tiempo y nunca me alejé.
Y pese a que me sigo reafirmando,
nunca he logrado despegarme de tus manos largas y de tu pelo sobre mi frente.
Porque me sentía plena agarrada por tus dedos,
que me sacaban de la soledad donde me mecía.
Aun teniendo a otro a quien querer,
siempre te esperé en casa, tumbada en el sofá.
Preguntándome por qué me sentía mal al tenerte encima mía, si era lo que yo realmente quería.
¿Por qué sigo echándote de mi vida sin aun no me he atrevido a soltarte?
¿Por qué vuelvo a ti, día tras día, para compartir lo que me hace feliz y lo que me hace mal?
¿Por qué me han pasado tantos por encima y tú sigues aquí?
¿Es que en realidad sí te necesito?
O, ¿Es que gracias a ti he aprendido dónde está mi lugar?
1 comentario:
Reflexivo
Intrigante
Emocionante
(RIE)
Todo, precioso.
Publicar un comentario