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6 de abril de 2014

Dejemos que corra el aire.


Lo vi cruzando la gran avenida de esas ciudad tan abarrotada de gente. Ahí estaba, mirando los escaparates que le sacaban varios metros por encima de la cabeza (es lógico sentirse pequeño debajo de aquellos ventanales transparentes). Yo lo veía sin salir a la calle, lo sabía, intuía por el viento que acababa de pasar por la paralela. Él sonreía y yo... Bueno, yo no tanto.
Ayer le dije que me olvidara, que sería mejor para él. Aunque no lo fuera para mi, yo me sentía más feliz. Las sonrisas estaban en pequeñas cantidades que me había dejado en la acera, pero no salía a recogerlas. Me solía quedar en la cama liada en las mantas esperando a que volviera, y no volvía. Por eso le puse un punto y final, aunque no significara nada para él, lo era todo para mi. Me refiero a lo de terminar del todo.
Si te soy sincera, no descubrí, hasta ese día, el mal que podía hacer en mi esa ausencia. No la suya, sino la mía. No había manera de cogerlo, era como un grano de arena de esa gran playa. ¿Cómo lo iba a encontrar si no podía encontrarme a mi misma?
Decidí que, quizá yo era demasiado buena para esa tontería que pretendía engancharme como un broche en el pecho. Decidí que, tal vez no merecía la pena olvidar tantas cosas buenas por la historia que quería contarme haciendo como que era real. Decidí que, lo más seguro era olvidarlo todo y comenzar de nuevo, por la calle perpendicular a la suya, así no me lo encontraría más. 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Por calles paralelas. Precioso!

Eva Padilla. dijo...

^^ muchas grasiaaaas(: