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20 de enero de 2015


Me lo dijeron muchas veces antes de atreverme a decirlo en voz alta. Que no estoy viviendo, no estamos viviendo, estamos sobreviviendo. Por encima de nuestras posibilidades.  Por eso no madrugamos por las mañanas, porque el cansancio de nuestras huellas es tal que no somos capaces de dar dos pasos sin respirar profunda y entrecortadamente. Estoy loca, o al menos es lo que me dice el espejo cuando me reflejo en él y no se a quien veo. Sino miles de caricaturas que no me dejan ser yo y no me dejan volar o tirarme al precipicio. Somos oscuros y estamos en la oscuridad luminosa que nos ofrece la luna llena una vez al mes. Al mes de febrero, el que nos ofrece sus treinta días y solo nos comemos dos si no es año bisiesto y estamos en nuestros cabales. Rugen las nubes que se ciernen sobre nuestras coronillas, pero solo vemos lluvia y no gritos de socorro. Que nos caen encima de la ropa segundos antes de recogerla. Es esa misma lluvia que nos ciega por completo y nos inunda los pulmones antes de ahogarnos en el mar que tiene olas descomunales.
Estamos sobreviviendo a la vida y aun no quieren llamarnos temerarios. 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

El final es excelente, y el resto…
el resto, extraordinário.
Enhorabuena.

Eva Padilla. dijo...

gracias:D