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3 de junio de 2018

El me toca y tengo la sensación de que quiere cubrirme entera.
Tapar las marañas de mi pelo,
curar las heridas del camino,
suavizarme,
 salvarme.

Me besa la espalda como queriendo escalar mis miedos,
los vuelve en contra suya para derrotarlos,
quiere derribar la penumbra e iluminar mis recovecos.

Pero no sé que decirle si al rozarme solo pienso en irme.
Si al mirarme solo pienso en otro reflejo.
Si al hablarme solo pienso en otras palabras.

Me resulta duro admitirlo, al menos a estas alturas.
Construí tantos castillos en sus playas que ahora el cielo se me antoja vacío.
Hice tanto daño que no sé como alejarme sin derrumbarlo a él entero.

Eres como algo que se quedó sin hacer hace cien años.
Yo lo intento, 
pero ya no hay esfuerzo en mis manos.
Ya no hay ganas en las maneras.

¿Cómo te lo explico?
Que no te necesito, que no te quiero.
Pero que hay veces que te abrazo y me ayudas a saltar.
A saltar para llegar a todos lados.

Que eres un desconocido para mi, que no te miro igual.
Pero hay veces que te hablo y me ayudas a salir para delante.
Hay veces que me abrazas y me salvas.

Míranos, yo soy una solitaria que necesita que la lleven a flote
y a ti no te importa liberarme del naufragio.
Mírame, no queriéndote ver mientras te susurro que siempre me quedaré
y tú tan ciego.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No hay palabras para definir este texto, donde fluye una madurez tremenda en su autora, una exquisitez dulce, es por hoy su mejor texto lúcido. Dificil encontrar más belleza en él.
Que tus 23, sean tan bellos como tus palabras escritas. Mas de un año desde tu última entrada en el blog, pero ha merecido la pena.