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28 de octubre de 2020

Aun cuando me asomo al balcón para mirar la calle me imagino que sus canciones son mías.
Que mis historias cuentan un buen final y no uno vacío.
Intento plasmar felicidad en mis escritos y lo único que consigo es compararme con las nubes.
Que flotan por encima de nuestras cabezas sin descargar su ira contra nosotros, 
porque aun no ha llegado la temporada de lluvias y el cigarro no se apaga con los llantos.
Porque ya hace frio fuera y me abrazo para no notar que me cala los huesos,
que dentro de esta soledad mi compañía me consuela.

¿Qué es lo que quiere escuchar?
Mi voz tras las sábanas,
mi pelo enmarañado entre las cortinas que lo aíslan del mundo de fuera,
mis piernas enroscadas en su costado mientras grita que la vida nunca le dio lo que él pedía.
Intentando que le llene los vacíos,
aun cuando tengo el corazón aislado de sentimientos.
Intentando que le cubra las ausencias con mis manos pequeñas sobre la hendidura de su espalda.
Inmiscuyéndome, si me lo permitiera, entre los chorros de agua que chocan contra el mar de olas que crea solo con tocarme.

¿Eso es lo que quiere ver?
A mi, convertida es una cascara vacía, 
en una piel seca y oscura por el paso del tiempo, 
de las tempestades,
de las que creó entre mis pies para poder saltarlas cuando él quisiera.

 Que mala memoria tiene,
olvidó el primer roce,
el primer suplicio que me hizo gritar su nombre.
Olvidó lo que me costó adentrarme en su cueva aun sabiendo que me tendría que enfrentar a los cuarenta ladrones.

Se sabía el camino de memoria pero prefirió hacerse el perdido rogando por una luz que lo guiase.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pura tristeza y dolor,
dolores agudos
finos como puntas de agujas,
duro invierno
de su ausencia,
de su calor.


Si es real es duro, si no lo es,
es precioso.