Desde aquí veo la calle gris que se alarga por entre los arboles del puente de piedra,
si suspirar empaña el cristal, no me doy cuenta porque con los ojos cerrados me lo imagino todo.
Hoy me levanté un poco triste porque echo de menos los tranvías de Varsovia y los pierogi con nata;
hoy me levanté un poco triste porque me apetece coger un autobús de 18 horas reposando la resaca.
Por más que intento convencerme,
sé que al volver nada será igual y que,
por más que me pese,
no me rodearé de las mismas personas que alguna vez me hicieron tan plena.
Aun no puedo ponerme el abrigo azul sin que se me rompa un poquito el corazón,
ni los guantes a juego que tocaron tanta nieve gris de preciosa impureza.
Aun no he encontrado la manera de sentirme en casa desde aquí,
porque la mía se quedó a miles de kilómetros y dentro de personas que me acostumbré a ver.
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